18 junio, 2007

La CIA cumple 60 años... ¿y Chile qué?

Esta vez voy a hacer una excepción al hablar de la CIA, porque generalmente no escribo sobre temas tan cercanos, sí cercanos, pues la CIA tiene una larga saga de actividades encubiertas en Chile, que incluso hoy hacen sentir sus efectos en la forma en que los chilenos percibimos la realidad.

El diario El Mercurio y sus dueños, la Familia Edwards, han sido historicamente bastión de la Derecha política del país, lo que no me hace gran novedad ya que es un caso aceptado y natural dentro de nuestro stablishment. Es más, este medio es uno de los más reputados, prestigiosos y documentados del medio nacional.

Lo que no me voy a tragar nunca es que El Mercurio sea un medio de comunicación reputado con "deudas políticas" con instituciones, organizaciones o facciones ideológicas de otros países. El Mercurio "le debe mucho" a la CIA y al Estado norteamericano en general pues este último canalizó ingentes millones de dólares para propaganda y desinformación hacia fines de los años 60 y comienzos de los años 70, con el fin de evitar el ascenso y posteriormente desestabilizar el gobierno de Salvador Allende Gossens. Esos millones conforman la deuda que supongo no ha sido pagada en dinero sino en más desinformación y sesgo informativo.

Lejos están los tiempos en que de la base de la CIA en Santiago salían los maletines con dinero hacia los bares o cafés donde se hacía la transacción. Sin embargo, si leen el siguiente artículo con detención, esos dineros (bien gastados) siguen pagando por la información sesgada, las frases borradas, los comentarios callados, para la continua y redituable manipulación de la opinión pública del promedio (estúpido) latinoamericano... ¿o lee usted algo sobre Chile, Argentina, Ecuador, Paraguay o alguna de las actividades de la CIA en nuestra región en este artículo?


La CIA cumple 60 años marcada por una historia de errores y escándalos
Domingo 17 de junio de 2007
XIMENA VILLALÓN MUSSONS


La polémica por el montaje de pruebas sobre Irak, los vuelos secretos, su poca adaptación al mundo post Guerra Fría. Estos y otros casos pesan en su contra.

XIMENA VILLALÓN MUSSONS

La CIA cumplirá en julio 60 años, aunque es probable que pocos quieran acercarse a soplar las velas de la torta. La Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos está actualmente en el ojo de la tormenta por errores y escándalos que la han tenido en la mira de los políticos y la opinión pública.

Las polémicas por los vuelos secretos y las cárceles ilegales de la CIA en Europa, la denuncia de que "crearon" las pruebas sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak que finalmente llevaron a la guerra contra Saddam Hussein, y la incapacidad de leer las señales previas a los atentados del 11-S son algunas de las peores fallas que pesan sobre el historial reciente de la agencia. Es cierto que por la misma naturaleza del espionaje, los éxitos no son conocidos (o no deberían serlo). Pero en este caso, las fracasos han sido de tales proporciones que ni los mayores éxitos actuales podrían taparlos.

Lo curioso es que el nacimiento mismo de la CIA se debe a un fracaso de inteligencia: la incapacidad de los espías norteamericanos para alertar sobre Pearl Harbor. En diciembre de 1941, el fulminante ataque a la flota estadounidense estacionada en Pearl Harbor significó la muerte de tres mil hombres, el hundimiento de ocho naves y la destrucción de cerca de 200 aviones.

Al menos tres de las oficinas dedicadas al espionaje en ese entonces tenían datos de la operación japonesa, pero nadie fue capaz de dar sentido a la información y prevenir el ataque. La lección fue aprendida y en 1947, el Presidente Harry Truman ordenó la creación de la CIA, para coordinar, bajo dependencia directa del Mandatario, las diferentes agencias de inteligencia que estaban repartidas entre las oficinas del gobierno y las ramas de las Fuerzas Armadas.

Para algunos, es esta dependencia directa del Presidente la que le ha traído los mayores dolores de cabeza a la Agencia.

"Los fracasos de la CIA son los fracasos del Presidente de Estados Unidos, y si se mira una de las fallas más prominentes de la agencia, la invasión de Bahía de Cochinos, hay que culpar directamente al Presidente Dwight Eisenhower por aprobar el plan, y al Presidente John F. Kennedy por ratificar la ejecución de ese plan", afirma Raymond McGovern, un comentarista de asuntos de inteligencia que fue agente de la CIA por 27 años.

Efectivamente, el caso de Bahía de Cochinos es considerado una de las caídas más grandes de la agencia. En abril de 1961, 1.500 exiliados cubanos entrenados y armados por EE.UU., desembarcaron en Bahía de Cochinos y trataron de llegar hasta La Habana, pero fueron interceptados por el Ejército cubano. Sin el apoyo aéreo que les habría dado el éxito, la lucha terminó apenas dos días después. "La CIA no se manda sola con respecto a derrocar gobiernos o invadir países. No haría nada de eso sin órdenes explícitas del Presidente de Estados Unidos", agrega McGovern.

El derrumbe soviético

La lista de errores tiene un punto culminante con el fracaso en predecir el desplome de la Unión Soviética y después del fin de la Guerra Fría, la incapacidad de adaptarse a un mundo con desafíos diferentes a los que le ofrecía la rivalidad con los regímenes comunistas.

"Hay una falta de capacidades idiomáticas en la mayoría de sus miembros, poca especialización en ciertos temas y, fundamentalmente, una falta de interés en el mundo", dice a "El Mercurio" Angelo Codevilla, experto en inteligencia y profesor de la Universidad de Boston. De hecho, sólo después del 11-S la CIA comenzó una campaña de reclutamiento de traductores a lenguas del Medio Oriente, así como de agentes de apariencia árabe.

Los expertos también coinciden en que tras la mayoría de los fracasos de la CIA existe un factor común: la politización de los datos de inteligencia, lo que lleva a tomar decisiones erradas. "La CIA nunca ha sido neutral. Quienes trabajan en ella se consideran promotores de políticas. Siempre quieren estar envueltos en la toma de decisiones", dice Codevilla.

Como un ejemplo de esto, Raymond McGovern menciona al ex director de la agencia, George Tenet, quien, "deliberadamente corrompió el proceso de inteligencia para ayudar a Bush a lanzar la guerra de Irak".

Esto fue denunciado por Joseph Wilson, un ex embajador que declaró públicamente que era falsa la afirmación de que Saddam Hussein había intentado adquirir material nuclear, algo que Bush incluyó en su discurso sobre el Estado de la Unión de 2003. Poco después, funcionarios del gobierno revelaron que la esposa de Wilson, Valerie Plame, era agente de la CIA, lo que constituye un delito federal. El caso se convirtió en un escándalo y llevó a la condena por obstrucción a la justicia de Lewis Libby, asesor del Vicepresidente Dick Cheney.